jueves, 9 de diciembre de 2010

¡¡La Biblioteca afectiva!!

Una de mis grandes aficiones es leer. Desde que tuve el primer libro entre mis manos, parece que me cuesta soltar cuantos caen en mis manos, además de que adquirí la costumbre de entrar a cuanta librería hubiera en los centros comerciales, con la ilusión en el rostro y la desesperanza en el bolsillo, contenta únicamente con enterarme de las novedades editoriales.
No queda duda de que me he vuelto adicta: He pasado días enteros con la nariz metida en un texto con olor a nuevecito y he llegado a almorzar mientras tengo la vista pegada a las palabras que me narran una historia que me esclaviza.

Leer es una pasión que a veces me atormenta por lo oneroso que implica suplir esta adicción y afán coleccionista, pero que siempre me mantiene con una sonrisa en los labios, una idea que me ande rondando la mente, un diferente vistazo de mundos que jamás pueda conocer...Cuando pienso en lo que significan los libros para mí, me doy cuenta de que les debo mucho, pero le debo mucho más a la persona que me enseñó a amarlos: Mi padre.

Más que una adicción, un hobby o una obsesión, muchas veces leer implica revivir el amor de quien nos enseñó a explorar mundos a la distancia y a atesorar el conocimiento. Es, sobre todo, una experiencia emocional que marca nuestra vida, nuestro destino.

Bueno, ¿Por qué estoy tan sentimental? Todas estas reflexiones las ha originado un maravilloso y singular post del blog http://milibreria.wordpress.com/2010/08/24/la-biblioteca-afectiva/ por el que casi derramo lágrimas de emoción.

Tras su lectura me propuse compartir la experiencia con todos los que siguen este blog, así que los dejo con esta emotiva pieza literaria, disfrútenla, lloren a moco tendido si la sensibilidad les impele a eso, recuerden los buenos libros que marcaron los mejores momentos de su vida y dén las gracias a aquellos que les hicieron amar la lectura...(¡Gracias papá!)


La Biblioteca Afectiva
Hay libros que no aparecen en antologías, ni sus autores logran éxito publicitario, ni serán recordados por generaciones. Hay otros que son objeto de estudio, que marcan estilos y vanguardias. Pero la Biblioteca afectiva, TU biblioteca, no entiende de criterios ajenos, ni escucha recomendaciones, ni olvida aquel librito que te enseñó a leer, o aquel que colocabas en la almohada de niño y que quién sabe dónde esté hoy. La Biblioteca afectiva es estrictamente personal, solo existe en nuestra memoria.





Pienso en esto porque hace unos días, cuando Mi Librería hizo una compra en una casa particular, encontré un librito de apenas cuarenta páginas que yo conocía antes de saber leer. Cuando lo vi, se me fueron las manos hacia él y seguramente alguien rió a mis espaldas por ver con qué emoción salvaba aquel folletico insignificante de la basura.



Se llama Luis y el león, y estoy convencida de que solo yo en el mundo entero, lo recuerda con cariño. Bueno, me imagino que la autora también, Verónica Marek, que puede ser húngara o rumana y que no encontré por los recovecos de Google ni por ninguna parte.

De esa primera infancia también incluyo Cuentos y estampas, al que ya le dediqué un post y recomiendo que regresen a él, pues en los comentarios hay una oferta desde Brasil. No la dejen pasar los que tiene niños en casa.

Aprendí a leer con:

Mi monita maromera
salta de la mata al muro
mi monita maromera
come plátano maduro.

¿Dónde estará? Era un libro de texto de primer grado por allá por los años 60. Ha llovido mucho y el Ministerio de Educación no se detuvo. Bien sé que esa monita está en la Biblioteca afectiva de un montón de cincuentones actuales.

Cuando tenía alrededor de diez u once años, becada en una escuela deportiva, me gustaba visitar la biblioteca escolar. Hoy no tengo que hacer un gran esfuerzo mental para visualizar el libro que más pedía: Leyendas de Mesopotamia. Era de gran formato, profusamente ilustrado y probablemente editado en España por la década del 70. ¡Cómo viajé con ese libro en tiempo y espacio! Para mí, Mesopotamia aún existía y era el centro del mundo.

Con mi padre compartí muchas tardes experimentando con las propuestas del libro Física recreativa de Perelman. Fue una época de descubrimientos, de reguero sobre la mesa, agua, fuego y asombros. Luego compartí esta experiencia con mis hijos, y volví a meter huevos sin romperse en una botella e hicimos flotar nuevamente una aguja en la superficie del agua. De alguna manera ellos trajeron a su abuelo de vuelta.



Ya en séptimo grado, tuve una enfermedad tonta que me mantuvo en cama durante más de un mes. Entonces leí mi primer “gran” libro: la trilogía de Yuri Guerman : Esta es tu causa, Mi ser querido y Respondo por todo. Entre los tres había cerca de dos mil páginas y cuando terminé debo haber sentido algo parecido a Iniesta cuando anotó el gol definitorio en el pasado Mundial de fútbol. Lo he vuelto a ver en librerías de viejos y lo sigo recomendando.

Por los años 80 tuve un novio que me regaló el libro Capítulos de literatura cubana. Estábamos en la universidad y cuando leí la dedicatoria me sentí privilegiada. Ese joven me veía inteligente, así que no lo dejé escapar y aún hoy es mi esposo. A propósito, le pregunté a Leo qué libro incorporaría en su Biblioteca afectiva y me hizo una anécdota que quiero compartir:

Siendo un niño bien travieso, en un plan de la calle, participó en una rifa y se ganó el libro Pinocho. Era la novela completa, no una versión de la maravillosa historia de Collodi. Otro niño hubiera seguido la fiesta, pero él subió corriendo las escaleras hasta su cuarto, y no salió hasta que Gepeto vio a Pinocho convertido en un niño de verdad. Él también fue otro desde entonces y hoy no le quita mérito a su nombre.

Le pregunté también a mis hijos: Eddie mencionó rápidamente La Familia Mumín, hermoso libro de la escandinava Tove Jansson, que puse tempranamente en sus manos y Diana me alcanzó el suyo, pues lo conserva con celo: La Historia interminable, de Michael Ende. Ahora no pesa lo caro que nos costó. Lo gracioso es que ambos mencionaron un libro con el que reían mucho juntos y que no recordamos su nombre exacto, era de un mundo de cavernosos, seres cochinos que no se bañaban y estaban llenos de fango, las aluciones escatológicas y sus dibujos asquerosos despertaron sus risas infantiles. Todavía las escucho maliciosas.


Mi bautizo de fuego lo marcó La Consagración de la Primavera, de Alejo Carpentier, que hoy por hoy, sigue siendo mi novela favorita, porque me dio la sensación de poder, de capacidad, me dio la certeza de que a partir de entonces mi apreciación por la lectura cambiaría, se haría más selectiva y exigente. Y así fue.

Se me quedan muchos, pero si estos fueron los que salieron a flote a golpe de memoria, es que son los que son.

¿Cuál es tu Biblioteca afectiva?

Busca aquellos libros que marcaron tu vida, no las grandes obras. Tal vez hoy no estén en tu librero, pero el día que vuelvas a verlo, por insignificante que a otros les parezca, le dirás irremediablemente: ¿te acuerdas?

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Adela, ¡¡¡Mil gracias por tu maravilloso post!!! Y a todos ustedes, amigos y amigas, los invito a que visten el blog literario milibreria.wordpress.com en donde encontrarán más joyas literarias como la que les acabo de presentar.

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