lunes, 28 de mayo de 2012
El ruido de las cosas al morir...
La verdad, cuando escribo sobre moda y tendencias no es que quisiera que salieran corriendo a las tiendas como locos, a arrasar con todo lo que pudieran encontrar. Me gusta la ropa porque, simplemente, es bonita. Y nos hace ver más bonitos, y sentirnos más bonitos. Sé por experiencia lo bien que uno se siente cuando encuentra el pantalón perfecto que le hace olvidar los malditos complejos que le persiguen. Lo sé, y por eso me gusta la moda.
Pero la moda a veces es efímera. Cambia con el tiempo. Lo que hoy es bello, mañana no lo será. Muchas veces incita al consumo (si no es que siempre) y es esclavista cuando quiere: Te dice que ese vestido perfecto solo le queda a la chica cuyos niveles de grasa corporal rozan los que tiene una chiquilla. La moda, a veces, tras la pátina de la belleza encubre la fealdad de un sistema comercial voraz y de un enfoque comercial que odia a las mujeres, porque las quiere irreales, sin estrías, sin celulitis, sin llantas, sin pecas, sin pliegues, sin piernas cortas, sin bracitos regordetes...Nos quiere irreales y nos estimula a comprar esa irrealidad.
Hoy, a diferencia de otros días, he traído un poco de realidad a este blog. No será siempre que lo haga, porque la verdad es que estoy bastante cansada de la realidad. Mi método de escapismo por excelencia es hablar de lo bello, de lo bonito, de lo atractivo. Hoy, sin embargo, ando de un humor diferente y quiero compartir este excelente documental que me hace repensar en el valor de las cosas materiales y en el valor de nosotros, como seres humanos, cuando tasamos nuestro valor en relación con ellas:
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