Hace más de treinta años, un chiquillo de seis años de nombre Etan Patz iba rumbo a la escuela cuando desapareció. La policía lo buscó por todos lados, sus padres se negaron a creer que había muerto (hasta el momento no se han mudado de casa, esperando algún día recibir una llamada telefónica de su amado hijo) y todo Nueva York se convulsionó ante este crimen sin resolver que originó que Ronald Reagan declarará el 25 de junio como el día de los niños desaparecidos.
Ahora, más de treinta años después, para oprobio de nuestra comunidad y de nuestra cultura tan vilipendiada en algunas regiones, un vecino hispano del niño se ha declarado culpable del crímen y admitido haberlo asesinado.
Este caso me hace pensar en muchas casos: En mi propio país, más de seis personas desaparecen todos los días, sin que jamás se vuelva a saber de su paradero, dejando a sus familias en la más absoluta zozobra, sin tener ni siquiera la certeza de que su ser amado ya no sufre.
Es una situación terrible, que destroza el espíritu y a toda la familia del desaparecido. Por ello, porque leo constantemente en los periódicos de mi país los testimonios de padres con casos similares, es que (aunque no conozca a este niño y a su familia) espero que los padres de Etan al fin descansen de la aflicción que les ha atenazado durante todos estos años. Aunque tarde, y aunque tus restos todavía no han sido encontrados, es hora de decir: Descansa en paz, Etan Patz.
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