Comento esto porque hurgando en mi archivo de fotografías extraídas del sitio Marie Claire dedicado a la decoración, me encontré con un maravilloso ejemplo de lo que mencionaba anteriormente y se trata, precisamente, de un antiguo convento restaurado y reconvertido en vivienda para una familia que ha hecho del blanco monástico de las paredes y de las estructuras centenarias, un hermoso y minimalista lugar para vivir, tal y como lo demuestran las siguientes fotografías de este claustro religioso, recién convertido en vivienda:
Al toparme con estas imágenes no me quedó duda de que todo es habitable (digo esto, porque a veces he llegado a creer que mi casa es la única excepción a esta norma) y que podemos convertir un jardín, una pequeña estancia, un estacionamiento o un rinconcito de la cocina (o del baño, incluso) en un lugar bonito que incite a vivir y a pasar amenamente los días de invierno dentro de esos espacios tan meticulosamente organizados y diseñados que parece que en ellos la vida se desarrolla, fluye, bulle y emerge de manera espontánea.
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