Cuando niña me contagié de la afición que muchos niños cultivan y que la mayoría de adultos olvidan: Dibujar. Recuerdo que me volví experta en dibujar al famosos Snoopy (no tenía ningún interés en Charlie Brown ni en Woodstock) en todos los escenarios posibles: rodeado de montañas, en traje invernal y observando copos de nieve, sobre su casita...Mis padres alababan mis dibujos y me incitaban en el desarrollo de mi infantil afán a tal punto que papá me compró un libro sobre técnicas de dibujo y en varias ocasiones exhibió mis dibujos en una pizarra de corcho que había en nuestra casa.
No sé por qué ni cómo, pero la febril motivación se esfumó y dio rienda suelta a otras aficiones, olvidando por completo los lapices de colorear y el manual del aprendiz de dibujante, reservando mi afición únicamente para las horas de tedio durante las clases, conferencias o reuniones cuando, de manera disimulada (o por lo menos eso supongo yo) buscó una página de cuaderno (o de libro.
No creo en la inviolabilidad del papel impreso) y me dedico a dibujar a lapicero, conejos y gatos, personas y flores, cursivas de mi nombres y otras tantas cosillas. Aunque el dibujo ya no es una de mis aficiones cotidianas, el gusto por el trazo bello y el dibujo bonito todavía no me abandona, por lo que me encanta curiosear en Internet en busca de ilustraciones bonitas. En una de esas excursiones virtuales me encontré a la ilustradora Ingela Arrhenius que exhibe su trabajo en "L'afiche modernne". A continuación les presento una muestra de sus ilustraciones:
No hay comentarios:
Publicar un comentario