Los objetos cuentan historias. Por ejemplo, los objetos que atesoro cuentan mi necesidad de tener mucha ropa porque en otro tiempo me sentí mal por no contar con ropa que me gustara y por no tener la necesaria; mis objetos también cuentan mi afición por el mundo literario; son una exhibición de mis intereses y complejos y de mi historia familiar.
Están los objetos cotidianos y prácticos (como los zapatos), los que forman parte de una colección (como las conchas que guardo en una bolsa) y los que están enraizados en nuestros sentimientos, como el borrador tamaño gigante que mi papá me regaló cuando yo tenía unos siete años de edad, las tarjetas y envoltorios de regalo que he recopilado en cada uno de mis cumpleaños o los bolsos que mi mamá me elabora con sus propias manos.
Los objetos que atesoramos dicen mucho más de lo que nos atrevemos a confesar, tal y como se expone en la trama del libro "El museo de la inocencia" de Orhan Phamuk, en el que el autor retrata la historia de amor imposible entre un joven de clase alta que se enamora de su prima de clase baja.
El romance de los jóvenes transcurre en Estambul y, ante la imposibilidad de que su amor se concrete, el joven desilusionado decide coleccionar todos los objetos que hayan sido tocados por su amada, como si con ello atrapase su amor y lo concretizara.
Como buen escritor que es Orpan Phamuk, al momento de empezar a escribir su libro decidió tomarse muy en serio su labor literaria, a tal punto que empezó a recopilar objetos que le sirvieran de inspiración para crear (de manera imaginaria y en su libro) la monumental e inusual colección de artículos que consumen la vida del protagonista de su novela que no por nada se titula "El museo de la Inocencia".
Así como el protagonista de la novela, el propio escritor se vio agitado por la febril pasión por los objetos que le llevaron a buscar en tenderetes y mercadillos y, con ello, a testificar de primera mano que los objetos que atesoramos cuentan nuestra historia y a llegar a la conclusión de que el futuro de los museos no se encuentra en el elitismo de las minimalistas instalaciones en las que se echa un vistazo al hombre del pasado o de otras latitudes, sino que ese futuro debiera estar en los hogares atiborrados de pertenencias de sus habitantes, de esos habitantes con los que nos podemos identificar porque tiene historias similares a nosotros, tal y como lo explica el mismo autor en el artículo "Los objetos viajan por rutas misteriosas" presentado en el periódico "El País" y que, a propósito, también nos cuenta cómo el autor un buen día, tras coleccionar cientos y cientos de objetos para recrear previamente la historia que escribiría, se decidió a crear en Estambul (en el mismo departamento en donde escribió su novela) "El museo de la inocencia" real, de paredes y cosas que se pueden tocar y ver y que nos cuenta la historia de una historia, la historia de una novela. Para conocer más sobre "El museo de la inocencia" y hacer un recorrido breve, pero rápido y sin costo a la lejana Estambul, los dejo con el siguiente video:
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