No, los zapatos de la fotografía no son míos. Mi obsesión no son los zapatos. Tampoco los pantalones. Pero sí las blusas...y los libros...y las revistas National Geographic...eh, también los platos bonitos y sin duda los DVD´s (tengo casi 400). Lo admito, tengo el complejo de la miseria (después de no tener algo por mucho tiempo, cuando al fin lo conseguimos nos atiborramos de ello), sufro de afán coleccionista y hay ciertos artículos de los que definitivamente no me quiero desprender aunque ya no los use.
Podría decir que soy una hoarder leve, ya que no he llegado al punto de que mi casa parezca basurero, de acumular trescientos pares de zapatos o de ya ni encontrar espacio para mí misma en casa porque mi afán consumista haya ocupado todos los huecos y rincones. No, gracias a Dios, todavía no he llegado a eso.
Pero bueno, debo decir que no soy la única con ese impulso de comprar y atesorar por montones, tal y como lo documenta el artículo "El nuevo Diógenes", del periódico El País, en el que se hace un breve análisis de esta cultura del consumo que parece que al mismo tiempo expresa nuestro miedo por la carestía.
Si usted es una/un Diógenes moderno, de seguro le interesará este artículo. A mí me ha hecho pensar en muchas cosas, y replántearme otras.
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