De la serie "Fallen Princesses", de Dina Goldstein
Soy "anti-princesas" y no por moda ni por capricho: desde hace años se pregona en mi casa que decirle "princesa" a una niña no es hacerle algún favor y que en la vida real las mujeres somos eso...mujeres reales, no princesas que seremos rescatadas o que, necesariamente, necesitemos de un hombre para ser feliz.
En los cuentos de hadas, las princesas siempre son lindas; el príncipe se enamora de ellas por su belleza; las chicas no son capaces de salvarse a sí mismas y dependen de otros y su máxima virtud y valor radica en cómo lucen. Ese, pienso yo, no es patrón de vida que quisiera inculcar a una hija a la que crío para que, cuando sea adulta, se enfrente a un mundo en el que tendrá que exigir sus derechos; una realidad en la que las mujeres no la tenemos fácil; un mundo en el que no basta con la belleza para obtener el éxito; un mundo en el que, incluso casada, las mujeres tienen que velar por sí mismas.
La vida real de una mujer no solo son potingues y zapatos...tampoco es real el que todas las historias de amor sean fabulosas, o que la vida de una mujer no está completa "hasta que llega el hombre de sus sueños". Precisamente, muchos cuentos clásicos e historias de Disney, tienen esa tónica: la chica bonita que está en un grave apuro, del que únicamente puede ser rescatada por su príncipe azul que, precisamente, es apuesto, tiene un reino y se enamora perdidamente de ella a primera vista. Si usted piensa como yo y es "anti Disney", lo invito a leer este excelente artículo: Ni príncipe azul ni "comiendo perdices"