En mi país, acaba de terminar la feria del libro. No es una feria enorme. No es como las de México, España o Europa. La alberga un pequeño salón de un centro de convenciones que apenas tendrá capacidad para unas cuantas decenas de personas. A esta semana dedicada a la lectura se dan cita aquellos que estiran sus pocos dólares para comprar algún libro que de seguro será atesorado y, por otro lado, unos pocos que salen del evento cargadísimos de libros.
Yo, como buena lectura, también me di cita en la feria y, como me temía, terminé gastando una cantidad nada despreciable, con la tonta excusa que ya lo tenía presupuestado (eso es cierto) y de que en todo el año me abstendré de comprar más libros (eso no es tan cierto. Bueno, por lo menos pondré todo mi empeño en cumplir con esa promesa). Como hace algún tiempo mi prima me regaló un kindle en el que actualmente tengo más de mil libros, este año decidí comprar libros que cumplieran con los siguientes criterios:
1. Que no los pueda encontrar en Internet.
2. Que no los tenga en mi kindle.
3. Que sean de autores salvadoreños o de autores latinoamericanos cuyos libros generalmente no se pueden encontrar en la red.
4. Que fueran libros cuyo valor radica en su diseño o que fueran "libros-objeto"
5. Libros de ensayos o de temáticas relacionadas con mi área de estudio.
Al final, he terminado comprando como diez libros (por cierto, en una de las entradas de esta semana les presentaré mis compras, siendo las cerezas del pastel dos libros preciosos (eso sí, carísimos) con unas ilustraciones que en verdad enamoran. Con estos libros he vuelto a redescubrir el placer que sentía, de niña, al hojear esos libros con páginas de papel de revista y dibujos que me transportaban a otros mundos.
Y es que, a mis 27 años, he vuelto a recordar ese primer amor que nos producen los libros infantiles bellamente elaborados y que son capaces de encandilarnos de por vida con el maravilloso mundo de la literatura. Esos libros, preciosos en su diseño y contenido, me hacen pensar en cuanto nos maravillan, aún hoy en día, las ilustraciones de los libros antiguos que trataban acerca de la flora y fauna recién descubierta o de la que acababa de catalogarse.
Sin duda, me encantaría tener en mi biblioteca uno de esos libros...y me pasaría horas, extasiada, contemplando imágenes como estas:
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