A mucha gente, salirse del molde le causa pavor y ser parte de la manada le entusiasma supremamente. Por eso es que todo el mundo se tiñe el pelo de rubio (aunque no le quede bien), el taconazo está de moda, exhibir las marcas de las prendas y los artículos de consumo está in y usar teléfonos inteligentes es esencial. Si no tienes un iphone, un blackberry, un ipad o una tableta eres un extraterrestres, un paria de esta gran tribu urbana encadenada al consumo.
Ojo, que con esto no digo que nos la vamos a pasar en plan intelectual, viendo solo películas extranjeras y hablando de libros sesudos, despreciando a la gente que habla jerga o "caliche" y tratando en la mesa, temas con los que se hace trabajar más al cerebro que al estómago. A lo que me refiero con esto de no dejarnos llevar por la manada consumista, es que es momento de dejar de compararnos con los demás; de que debemos ser convencionales, si así lo queremos; inusuales, si así lo sentimos y excéntricos, si así lo creemos conveniente. Si el medio nos permite ser flexibles y así lo deseamos, seámoslo; si, en cambio, el medio es hostil, sobrevivamos, adáptemonos, pero no nos perdamos en el proceso, no echemos a la basura quienes somos y en lo que creemos. Es momento, pues, de decir las cosas como son, tal y como lo hace la célebre Amandititita, de quien trata el artículo principal de la nueva edición de la revista Gatopardo.
¡Sí, exacto, Amanditita es la que canta "metro, metro, metrosexual..."! Su estatura, letras de sus canciones, vestuario y gestos son un verdadero escupitajo a los y las "que se creen muy, muy" (tal y como reza la letra de una de las canciones de Amandititita. Es la reivindicación de lo natural, de lo no convencional. Quizás por ello es que Amanditita se hizo tan popular, y de seguro lo seguirá siendo cuando lance su próximo disco: porque es una persona real, como todos nosotros, que dirige la sátira de sus canciones a aquellos que no son comunes, que son la excepción a la regla, que son "plásticos", pero que irónicamente son idolatrizados y convertidos en el parámetro estándar con el que se nos mide injustamente a todos los demás, lo cual se resume muy bien en el siguiente fragmento de la entrevista que Gatopardo le hiciera a Amandititita:
¿Por qué en la mayoría de tus letras hay una especie de fijación con la apariencia? "Yo tengo la fortuna de ser muy chaparrita. Fortuna, porque siendo así es fácil detectar a la gente que sólo te habla de cómo te ves. Nunca he necesitado ser más alta para tener novio ni para conseguir trabajo. A lo mejor si fuera más alta se me acabaría la suerte: igual y lo que sucede es que me consideran una persona inofensiva y por eso me dejan entrar a su casa. A partir de cómo me ve cierta gente, he aprendido lo importante que es para ellos la apariencia. Para mí no lo es: si lo creyera importante no estaría en un escenario quitándome la ropa. Yo no tengo ese prejuicio, pero mucha gente sí. Y eso es particularmente cierto en el caso del mexicano, porque cuando he viajado fuera de México he sufrido menos discriminación. Incluso en Estados Unidos. Fui a tocar a Estocolmo, y nadie en las entrevistas me preguntaba por ese tipo de cosas. Por eso me he clavado hablando de los metrosexuales, de la Güera Televisa, porque conozco a estos personajes y sé que son igual de infelices que cualquiera de nosotros. Quiero decirle a la gente: no es verdad que la felicidad tenga un estereotipo físico. A mucha gente le causa angustia que yo esté en Televisa. Dicen: ‘¡Pero cómo, si está tan chaparra! En realidad la mayoría de los mexicanos son como yo: bajitos, que suben de peso y bajan de peso… No son como Belinda. Oigan: yo me parezco a ustedes. Por eso me importa hablar de la apariencia".
¡Bien dicho, Amanditita!
No hay comentarios:
Publicar un comentario