“Se coce (sic) a la medida”, “He reconsiderado la propuesta, más sin embargo (sic), todavia (sic) no me decido”, “La practica (sic) hace al maestro”. De seguro todos hemos leído letreros, rótulos y anuncios como los arriba mencionados o hemos visto muchos como el que les presento a continuación:
Al salir a la calle y leer los letreros que cuelgan de las tiendas y comercios; al leer las noticias e incluso, los comunicados de algunas instituciones oficiales; al leer la información contenida en los sitios de Internet y al revisar las tareas de mis estudiantes no dejo de notar una notable ausencia de propiedad al escribir. Las tildes, generalmente, brillan por su ausencia; la “s” se confunde fácilmente con “c” y el “más sin embargo” está cada vez más de moda.
Pero, la verdad es: ¿Quién no ha cometido, comete y sigue cometiendo errores de Ortografía? Como decía la Biblia “el que esté exento de pecado, que lance la primera piedra”. Sí, hay que admitirlo: Nadie está exento de cometer crímenes contra el idioma. Lo importante del asunto es que estemos conscientes que escribir “porq” no es elegante, ni gracioso y que escribir “q”, en lugar de “que” no hace más que denigrar un poco más nuestro ya de por sí maltratado idioma. Como todo en la vida (por lo menos, así lo considera esta su servidora) hacer las cosas bien es cuestión de actitud: Si escribo incorrectamente, por lo menos, debo querer, tener la intención de aprender más sobre Ortografía y Redacción para dejar de cometer tropelías contra el idioma y dejar de regodearme porque cometo errores.
¿Por qué traigo este asunto a colación? Porque leyendo la edición virtual de la revista “Gatopardo” (que por cierto es excelente, se las recomiendo a todos) aparece, en su última edición, un artículo interesantísimo titulado “Un año detrás de los acentos”, escrito por Pablo Zulaica, el español fundador del fenómeno colectivo “Acentos Perdidos” que inició en la ciudad de México y que, muy al estilo de los fenómenos de “guerrilla urbana”, se encargó de que un buen grupo de ciudadanos comunes (jóvenes estudiantes, maestros de secundarios y de nivel universitario, niños y quien quisiera unirse a la causa) salieran a las calles de México a colocar las tildes que hacían falta en los rótulos de comercios, pancartas de candidatos políticos, anuncios en las estaciones de buses y en todo aquel rótulo agresor a las buenas normas ortográficas que encontraran a su paso.
“Acentos Perdidos”, como ha pasado con “Un techo para mi país”, se convirtió en un fenómeno que traspasó fronteras y que rápidamente fue adoptado, y adaptado, por países como Bolivia, Costa Rica, España y muchos otros en donde hubo entusiastas que con tildes hechas de vinil (a pesar de existir vacíos legales que pudieran hacer que esta acción fuera penada por la ley) se lanzaron a las calles a poner un poco de orden ortográfico.
“Acentos Perdidos”: Una propuesta interesante, divertida y bastante lúdica - además, hay que decirlo, es la fantasía hecha realidad de todos aquellos que en algún momento han tenido la intención, pero no han encontrado la osadía, de cometer un acto que rozara los límites de lo legal – que hizo que el autor de la genial idea fuera a parar a la cárcel brevemente, se convirtiera en figura pública de la noche a la mañana gracias a las múltiples entrevistas que ofreció a medios de comunicación nacionales y extranjeros, se le ofreciera trabajo como editor y corrector de estilos y aceptara una propuesta para escribir un libro infantil inspirado en el fenómeno “Acentos Perdidos”. Si quieren leer el artículo de Pablo Zulaica acerca de cómo se le ocurrió la idea tras "Acentos Perdidos", sus aventuras en la ejecución del proyecto y sus chispeantes reflexiones acerca del uso de nuestro idioma, les invitó a que visiten la dirección http://www.gatopardo.com/numero-111/cronicas-y-reportajes/un-ano-detras-de-los-acentos.html?page=1 Este es un artículo que nos invita a que disfrutemos del buen escribir porque, tal como nos dice Pablo Zulaica: "Acentos perdidos es un comercial a favor de las letras que llama a disfrutar de ellas; a reconocerlas como algo que está entre nosotros no para molestar, sino para enriquecer, para darnos identidad; incluso para demostrar que, aunque usar acentos pueda parecer algo barroco, aunque para muchos sean obra del demonio y para sus maestros motivo de suspenso, mientras duren en el diccionario servirán para hacerlo fuerte y, desde luego, para sumarle poesía a la vida".
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