lunes, 22 de noviembre de 2010

Objetos bellos










Ropa bonita...con aire vintage








sábado, 20 de noviembre de 2010

"Mi vecino Totoro"...una película que tienes que ver

Mi primera incursión en las películas japonesa fue con la mundialmente célebre “El viaje de Chihiro” una película estéticamente impresionante, detallada y puntillista, con música realmente inspiradora y con un argumento para grandes y chicos, que a todos los que vimos la película nos mantuvo expectantes, esperando conocer lo que pasaría en los próximos dos, tres, cinco minutos y sorprendiéndonos con cada paso en el desarrollo de un argumento que nos sumergía en una historia con posibilidades, recovecos y situaciones que jamás hubiéramos imaginado.

Desde entonces, no volví a ver ninguna película inspirada en las leyendas japonesas de dioses y espíritus que habitan los bosques y me quedé con “El viaje de Chihiro” como único referente sobre la animación japonesa.


Pues bien, hace pocos días vi mi segunda película japonesa. La elegida fue “Mi vecino Totoro”, un clásico de la animación japonesa dirigida por Hayao Miyazaki en 1988 y realizada por los Estudios Ghibli.




La trama se sitúa en la década de los cincuenta y gira en torno a la historia de dos niñas que junto con su padre (un profesor universitario que trabaja en el Departamento de Arqueología y Antropología) se mudan a una casa cerca de un bosque mientras la madre de las niñas permanece en un sanatorio, aquejada de tuberculosis.




Casa en que viven los protagonistas de la historia



Las niñas son Mei y Satsuki Kusakabe. Mei tiene cuatro años de edad, es la hermana menor, se caracteriza por su alegría extrema y sin inhibiciones, es extremadamente curiosa y no tiene miedo a nada. Su nombre es la transcripción fonética de May (“Mayo” en inglés). Por otro lado, Satsuki es la hermana mayor, tiene once años, es madura para su edad, se encarga del cuido de su hermana, tiene el cabello corto y va a la escuela rural. El nombre de este personaje, por su parte, también encierra un dato curioso ya que “Satsuki” era el nombre que recibía antiguamente en Japón el quinto mes del año.


Las niñas, al entrar en contacto con la casa en la que vivirán se dan cuenta que en ella y sus alrededores, habitan fantasmas y espíritus que sólo pueden ser vistos por los niños. Por ejemplo, en la casa viven lo que ellas llaman “conejillos del polvo” que son los espíritus que habitan en los lugares viejos, en donde el polvo y las telarañas tienen su guarida.


Sin embargo, el mayor descubrimiento se encuentra fuera de la casa, en el viejo tronco de un árbol escondido entre un espeso follaje. Es en ese tronco donde vive Totoro, el espíritu del bosque que posee un abultado vientre, sonríe de oreja a oreja siempre que es posible y suele transportarse en el “Gatobús”, un gato enorme que es un autobús que en lugar de ruedas tiene patas a los lados.








Elegida por la revista británica Time Out, como la mejor película de animación de la historia, "Mi vecino Totoro" es una excelente opción por una deliciosa tarde de fin de semana.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Hurluperlues...¡Me encanta!

hurluperlues...¿suena a trabalenguas, verdad? Bueno, les cuento que "huperluperlues" es el nombre de marca de la microempresa creada por Lise, una artesana francesa afincada en España.

La marca se especializa en accesorios y prendas de vestir de estilo vintage. Si quieres ver más de sus creaciones, entra al sitio: http://hurluperlues.com/ y para que te animes a visitar el sitio, aquí te presento algunas fotografías de las maravillosas creaciones de Lise...








martes, 16 de noviembre de 2010

Me encantan las caracolas

Alguien dijo una vez que Pablo Neruda era una coleccionista depredador. Cuando se proponía coleccionar algo, se empeñaba en ello. Cuando viajaba, iba a un mercado o a la playa y encontraba un objeto de su predilección, no lo pensaba dos veces y procedía a obtener. Así fue como llenó sus casas con antiguedades; muñecas y libros raros, antiguos, hermosos, viejos y de primeras ediciones.
Pero su colección favorita, dueña de su corazón fue la colección de caracolas. Este día los invito a que hagamos un recorrido por algunas de las piezas más bellas de la colección de Neruda (compuesta por más de 9,000 caracolas), donadas por él a la Universidad de Chile, al mismo tiempo que hacemos un viaje por sus memorias y recuerdos enraizados en sus amadas caracolas...




Pablo Neruda

“… lo mejor que coleccioné en mi vida fueron mis caracoles. Estas me dieron el placer de su prodigiosa estructura: la pureza lunar de una porcelana misteriosa, agregada a la multiplicidad deformas, táctiles, góticas, funcionales”.







‘Miles de pequeñas puertas submarinas se abrieron a mi conocimiento desde aquel día en que don Carlos de la Torre, ilustre malacólogo de Cuba, me regaló los mejores ejemplares de su colección. Desde entonces y al azar de mis viajes, recorrí los siete mares, acechándolos y buscándolos. Pero debo reconocer que fue el mar de París el que, entre ola y ola, me descubrió más caracoles. Todo el nácar de las oceanías había transmigrado a sus tiendas naturalistas, a sus mercados de pulgas”.

(“Reflexiones desde Isla Negra”)








“En México me fui por las playas, me sumergí en las aguas transparentes y cálidas, y recogí maravillosas conchas marinas. Luego en Cuba y en otros sistios, así como por intercambio y compra, regalo y robo (no hay coleccionista honrado), mi tesoro marino se fue acrecentando hasta llenar habitaciones y habitaciones en mi casa".









"Tuve las especies más raras de los mares de China y Filipinas, del Japón y del Báltico, caracoles antárticos y polymitas cubanas, o caracoles pintores vestidos de rojo y azafrán, azul y morado, como bailarinas del Caribe".







"A decir verdad, las pocas especies que me faltaron fue un caracol del Matto Grosso brasileño, que vi una vez y no pude comprar, ni viajar a la selva para recogerlo. Era totalmente verde, con una belleza de esmeralda joven".







"Exageré mi caracolismo hasta visitar mares remotos. Mis amigos también comenzaron a buscar conchas marinas, a encaracolarse. En cuanto a los que me pertenecían, cuando ya pasaron de quince mil, empezaron a ocupar todas las estanterías y a caerse de las mesas y de las sillas. Los libros de caracología o malacología, como se les llame, llenaron mi biblioteca. Un día lo agarre todo y en inmensos cajones los lleve a la Universidad de Chile, haciendo así la primera donación al alma mater.”

(“Memorias”)





























Al igual que a Pablo Neruda, a mí también me encantan las caracolas de mar y por eso las colecciono. Vivo lejos de la playa, así que me cuesta encontrarlas. Pero aún así, a pesar de lo difícil que se me hace conseguirlas una de mis metas es agrandar mi colección.
Por eso es que cuando navego en Internet y veo una imagen sobre caracolas, procedo a guardarla en mi ordenador como si mi colección de caracolas incluyera, no sólo aquellas que transportan el eco del mar y tienen olor a sal, sino también las que no se tocan, las que simplemente se pueden ver y que, más bien, son representación de las que verdaderamente son reales.